dilluns, 27 d’agost del 2012

Paseos por Mumbai: Malabar Hill y Haji Ali Masjid

Este domingo después de remolonear por casa hasta la hora de comer decidimos dedicarlo a explorar otra zona de la ciudad, una actividad de fin de semana que nos gusta mucho por su componente local y aventurero a la vez. Esta vez el plan era: coger un tren hasta Grant Rd y echar a andar más o menos hacia el suroeste hasta encontrar las famosas "torres del silencio". Luego parar a comer por el camino en cualquier sitio.

Parecía un plan sencillo, ¿no? Pues bien, en esta ciudad todo se complica muchísimo cuando no llevas un mapa encima (y si lo llevas, también, no nos engañemos). Súmale a eso que a veces te encuentras con zonas residenciales apenas sin tiendas, ya no digamos restaurantes, que se extienden bloque tras bloque, sin calles perpendiculares por las que huir, sin paseos arbolados o marítimos con los que aliviar el calor, solo una calle interminable llena de polución, antiguas mansiones coloniales destartaladas y modernos rascacielos en obras. Supongo que saber que el mar estaba a pocos metros pero que no había manera de verlo, que no supiésemos cuándo se acabaría la maldita calle y que fuesen las 4 de la tarde y aún sin comer no ayudó a disfrutar del paseo. 

Pero justo cuando parecía que la calle llegaba a su fin y que tendríamos que dar la vuelta y darnos por vencidos, allí, entre dos enormes edificios residenciales, había un pequeño templo hindú y una callejuela de no más de un metro de ancho con un muro de piedra que rodeaba una zona arbolada. Nos acercamos... ¡y dimos con un cementerio hindú! Las tumbas eran pequeños bloques de piedra con relieves de shivalingas y pares de pies. Un poco más allá, se veía gente viviendo entre las tumbas, una prolongación del barrio humilde al que estábamos a punto de adentrarnos. O quizá era el sacerdote responsable, quién sabe. La cuestión es que seguimos adelante y fuimos a dar con una zona de construcciones bajitas a pie de mar, rodeadas de basura, con los niños semidesnudos jugando en la calle con restos de madera, las cabras atadas en el portal y el vecino saliendo a cagar con el paraguas (lloviznaba) entre las rocas. Allí éramos unos extraños, y al menos a mí me embargó ese extraño sentimiento de pensar «¡qué pintoresco!» cuando ves una escena de lo más cotidiana. Supongo que ellos pensarán lo mismo de nosotros.

Detalle de Ganesh en un templo.
Seguimos explorando, guiados por la intuición, hasta que la calle dio paso a un espacio abierto que resultó ser un enorme estanque artificial. Este era de planta rectangular y sus márgenes eran escalones que se adentraban en el agua. En ellos la gente se bañaba (el agua no estaba excesivamente sucia), lavaba la ropa o hasta jugaba al críquet. En el estanque también había grupos de ocas y, alrededor de este, numerosos templos. Más tarde vimos que el sitio se llama Banganga, que es una antigua piscina que recoge las aguas de un manantial y que su origen mitológico lo debe a Rama que, sediento durante la búsqueda de su amada, pidió que le trajeran agua y en vez de eso su hermano Lakshmana disparó una flecha al suelo del que brotaron las aguas del Ganges.

Banganga
A pesar de que el sitio tenía mucho encanto, el hambre acuciaba, así que reemprendimos la marcha calle arriba y, mientras devorábamos unas aloo pakoras, evaluamos la situación: no sabíamos dónde estábamos ni cuánto faltaba para llegar a tierra conocida, ya no digamos el tren. Así que como íbamos a coger un taxi igualmente, decidimos aprovechar y acercarnos hasta un sitio que teníamos pendiente, la mezquita Haji Ali, que se encuentra en medio del mar en la costa oeste de Mumbai. Ya desde el taxi, vimos que si hubiésemos andado 10 minutos más habríamos llegado a las puertas del Kamala Nehru Park, un parque desde el que se ve que hay unas vistas espectaculares del litoral. Otro día será.

Volvamos a la mezquita. No sabemos si es que el sitio siempre es igual de concurrido o es que todo Mumbai tuvo la misma idea que nosotros, pero en la pasarela que sirve de acceso al templo no cabía ni un alfiler. Familias enteras de musulmanes se abrían paso hasta el complejo mientras a banda y banda los tenderos y los mendigos intentaban llamar su atención. Entre los primeros, había los que vendían recuerdos, complementos y juguetes de plástico, mientras que los mendigos se organizaban en gremios: la zona de los ciegos, la de los leprosos, la de los mutilados... También había, cada pocos metros, chicos con una báscula que por 2 rupias te adivinaban el peso, o eso nos habían contado. Estos se ve que no adivinaban nada, pero Jose se pesó igualmente.

Haji Ali Masjid
Sobre la mezquita en sí no os podemos contar, parecía un edificio bastante vulgar al que no nos apeteció entrar (estaba lleno de gente y yo llevaba un vestido sin mangas y no me apetecía tener que disfrazarme de saco de patatas). En cambio, sí que descubrimos con gran alegría que al lado de esta había una serie de chiringuitos en los que servían kebabs. ¡Una tapa de carne a la brasa al lado del mar! Con un par de cervecitas hubiese sido perfecto.

Luego ya de vuelta, justo antes de salir al paseo en la zona cubierta de la pasarela, compramos el postre: una especie de masa frita en ghee, parecida a una malpua (¡o quizá era una malpua!), que nos sirvieron acompañada de una pasta anaranjada, caliente y muy dulce. Jose además se tomó una crema a base de chirimoya y nata. Huelga decir que todo estaba delicioso, eso sí, tardaremos una semana en hacer la digestión...

El postre.
«Eh —os preguntaréis— y qué pasa al final con las torres del silencio famosas?». Pues bien, esta mañana he ampliado la zona por la que estuvimos en Google Maps, y entre los árboles del parque que hay enfrente del de Nehru, en el centro de Malabar Hill, se intuyen tres construcciones de planta redonda. No tengo muy claro que nos podamos acercar a ellas la próxima vez (los templos y demás lugares sagrados parsis están vetados a los que no lo son), ni que debamos intentarlo. Y es que estas famosas torres son el sitio al aire libre en el que los parsis dejan sus muertos para que los buitres (y hoy en día las ratas, me temo), se los coman y así los devuelvan a la tierra; un sitio, pues, en el que el respeto por lo "pintoresco" es fundamental.

dimarts, 21 d’agost del 2012

Viatge a Udaipur

Udaipur, la que es coneix com la "ciutat dels llacs", és un dels principals destins turístics del Rajasthan. Els seus dos llacs artificials, la gran quantitat de palaus avui reconvertits en hotels de luxe, el passat històric com a capital del regne de Mewar, tot són atractius tant pel turista estranger com pel local. Molts indis de fet aprofiten l'encant de la ciutat per organitzar-hi el casament: és la ciutat ideal per deixar-t'hi les peles. Pel turista mitjà, la ciutat ofereix visites a palaus, voltes pel llac en barca, alguna que altra excursió pels jardins i muntanyes de les rodalies, pujar al telefèric local... i bàsicament passejar pel casc antic i admirar el paisatge des d'algun dels molts hotels amb vistes al llac i restaurant al terrat. Com que a aquestes altures ja hem vist que cada ciutat turística de l'Índia s'organitza al voltant de dues o tres activitats amb les que escurar les butxaques del visitant, us diré que en el cas d'Udaipur aquestes són la venta de miniatures d'estil rajasthani, la confecció de vestits a mida i la visita a les ciutats del voltant (Ranakpur, Chittorgarh, etc.). A les botiguetes també hi venen des de dagues i turbants fins a marionetes i joguines de fusta, passant per la típica vestimenta hippy indispensable per a certa classe de turista. Altres activitats que t'ofereixen per tot arreu de la ciutat són les classes de cuina i el visionat de la pel·lícula Octopussy, que es va rodar allí.

Les parets de la ciutat són plenes de pintures decoratives.
El palau reial, propietat encara del maharana.

A que li queda bé el turbant?

Vista des del "palau del monsó".

Detall de la façana del palau.


Als maharanas els agrada molt decorar amb miralls.

Nosaltres.
El maharana de jove s'assemblava al Jose!

divendres, 17 d’agost del 2012

La libertad de escoger pareja

Hoy he asistido a una escena familiar muy habitual en la sociedad india pero que ya no se da en la nuestra, una situación que a nosotros nos puede llegar a parecer anticuada y hasta retrógrada: la elección de un marido para la hija.

Allí estaba yo, en la salita, con la hija en cuestión, la madre y los tíos, saboreando un te e intentando descifrar los detalles de la acalorada discusión. Primero no tenía ni idea de sobre qué hablaban (lo hacían en kutchi, el idioma que habla la gente de las regiones de Kutch y Sindh) pero observando el hecho de que la chica parecía defender algo que a su tío no le hacía mucha gracia, la cara de preocupación de la madre y dos o tres palabras en inglés que conseguí captar (money, dependent, confidence) formulé una hipótesis que resultó acertada: aquí están hablando de futuros maridos.

La madre me lo confirmó bajito en inglés: estaban valorando si un chico que se había visto con la chica en 5 o 6 ocasiones, con estudios i la intención de montar un negocio, pero sin mucho dinero actualmente y por lo tanto dependiente de su familia era un buen partido. "She's passionate but we see things differently [ella opina desde la pasión pero nosotros lo vemos diferente]", me comentaba la madre. Por supuesto. No creo que en estos temas las opiniones de padres e hijos coincidan en ninguna parte del mundo. La diferencia es que en según qué culturas la decisión se toma por consenso entre familiares y teniendo en cuenta en mayor o menor medida la opinión de la implicada, mientras que en otras como la nuestra escuchamos a los mayores pero al final hacemos lo que nos da la gana. Consideramos que la libertad del individuo es sagrada a la hora de escoger qué hacer con nuestra vida. Eso sí, si luego sale mal, cada uno a apechugar con lo suyo.

diumenge, 12 d’agost del 2012

Com celebren el Janmashtami els marathis

Aquest divendres va ser la festa del Janmashtami, el naixement de Krishna com a octava encarnació de Vishnu. La festa comença a mitjanit del mateix dia (és llavors, el naixement), moment en que de sobte es van començar a sentir tambors i música per tot el veïnat. "Què passa?", ens vam preguntar el Jose i jo. Fins al dia següent no vam veure els missatges de "happy janmashtami!" al facebook. La música enllaunada va continuar tot el matí (com a tot arreu, hi ha gent que aprofita qualsevol celebració per posar els seus altaveus a tot drap i molestar a tot el barri), i va ser a casa la Shraddha que em van explicar la tradició: es veu que per tota la ciutat es pengen, ben elevats per sobre els carrers, pots de fang plens de sèrum de mantega (un producte derivat de la llet que aquí prenen com a refresc). Això representa la tradició que diu que Krishna, en la seva fase de nen entremaliat, es dedicava a trencar el pot de la mantega dels veïns. Per això, durant tot el dia, agrupacions de "castellers" recorren la ciutat muntats dalt de camions intentant trencar els recipients. I dic castellers perquè per arribar a l'altura a la que els pots estan penjats fan ni més ni menys que castells humans! Com nosaltres!

Com que el Jose treballava i després teníem ball, fins a mitja tarda no vam veure de què anava l'assumpte. És llavors que vam presenciar, al tranquil carrer de l'escola de ball, com un grup de nois, tots vestits amb samarretes taronges, intentava formar una torre sota l'atenta mirada dels veïns. Als nois se'ls veia poc decidits, i l'actitud passiva dels espectadors no ajudava. Allà hi faltava ambient! Finalment, després de diversos intents, van desistir. Mentrestant, jo els comparava mentalment amb els nostres castells, i m'esgarrifava de pensar què podia pensar si queia la torre perquè, tot i el que noi de més amunt duia casc, al carrer no hi havia massa de gent suficient per parar-li el cop. "Cada any se'n moren dos o tres", ens va dir el Damien, el nostre profe de ball, "El govern ha intentat prohibir-ho, però no se'n surt".

Més tard, recorrent Mohamed Ali Rd i a l'altura de Byculla, Lower Parel, etc., vam poder veure els veritables tinglados que es munten a cada cruïlla en motiu de la celebració, molts d'ells patrocinats pels partits polítics. Aquests ofereixen recompenses a l'agrupació que trenqui el pot, i això les atrau com mosques a la mel i fa que competeixin entre elles, fent-ho tot més emocionant. Imagineu-vos doncs, els carrers decorats amb llums i garlandes florejades i inundats de gent ballant i animant els castellers mentre des de les cases tiren aigua a la gent i des d'una tarima uns quants homes amb micros retransmeten el moment. Venien ganes de baixar del bus i unir-se a la festa!

dimecres, 8 d’agost del 2012

De juegos de mesa y casquería en salsa

- ¡Qué bien nos lo pasamos este sábado! Primero, tarde de vicio en el piso de Kamlesh, un piso que, por cierto, se encuentra en la cuarta planta de un edificio en construcción que por no tener ¡no tiene ni las paredes!
- ¡Qué exagerada eres! Solo porque no haya agua corriente ni ascensor y se le vean las tripas al edificio no quiere decir que esté en construcción. Bueno... quizás en Europa habría que llevar un casco de obra para entrar, pero sinceramente, al ver ese andamio hecho de varas de bambú que sujeta una estructura de 30 plantas yo me siento seguro.
- Bueno, bueno, en todo caso lo importante es que tuvimos oportunidad de jugar una partida de Bang! épica, éramos 10 personas y la mitad, por no haber jugado antes, no tenían ni idea de disparar... ¡Pero se acabaron cargando al sheriff, fíjate tú!
- Las partidas de Bang! siempre son bienvenidas. Con 10 personas te ríes mucho. Y si la partida de Bang! te pareció épica, la de Cyclades fue mitológica. Ahí con las quimeras y los pegasos para arriba y para abajo.
- ¡Qué gran juego, tenemos que repetir y dar más caña al personal ahora que ya sabemos cómo va! Y es que la partida duró menos de lo esperado, con una cómoda victoria de Shreya. Y mientras esperábamos que la otra mesa terminase el Imperial 2030, nos echamos una al Modern Art, un juego de cartas de ganar dinero mediante subastas de cuadros. Muy bueno y diferente, eso sí, me recordó lo patata que soy pujando...
- Sí, hay que engañar otra vez a un grupo de gente y repetir al Cyclades. Lo único que la próxima vez quiero ver más zancadillas. Que la gente que utiliza el "low profile" puede coger cartas de filósofos sin llamar la atención y construirte metrópolis a diestro y siniestro. Ah, y por mucho que el Modern Art aparezca en el puesto 118 de la BGG, me pareció un poco coñazo. Yo quería jugar a El Grande.
- Pero El Grande dura demasiado y no hubiésemos podido unirnos a las carretadas de musulmanes que a partir del ocaso se amontonan en los puestos al lado de Minara Masjid para celebrar el Ramzan (Ramadán). En cambio, saliendo a la una del piso tuvimos tiempo hasta de tomarnos un “appetizer” en forma de seekh kebab unas calles más arriba y de amenizarlo con un extraño y delicioso batido de custard apple (chirimoya india).

Uno de los puestos de kebabs en Mohammed Ali Rd.
- Y no te olvides del paseo turístico-nocturno que nos dieron por el hospital J.J. de Mumbai y de cómo estuvimos un rato dando vueltas hasta que encontramos la salida. Esta Shreya...
- ¡Si era para abrir el apetito! Porque cuando por fin encontramos un puestecito con sitio para sentarse, empezó el banquete. De primero, sopa: de pollo, de cordero y de lengua de cordero, con los trocitos flotando para alejar a los tiquismiquis. Y de segundo, más casquería en salsa: cerebro, lengua y riñones de cordero. ¡Estos musulmanes sí que saben divertirse de noche!
- ¡Cerebroooooo!  Yo menos el cerebro que no quise probarlo, diré que todo lo demás estaba exquisito. ¿Y qué me dices del postre? Ese crêpe frito en mantequilla clarificada. Dulce y pringoso, mmm.
- ¡Cierto! Se llama मालपुआ (malpua), es un postre típico de la época, venden tantos ¡que las montañas de cáscaras de huevo a las puertas de las tiendas de dulces llegan al medio metro de altura!
- Pero eso no es nada comparado con la montaña de restos de pollo que se amontonaban al lado del último sitio en el que nos comimos los pollitos crujientes aquellos ensartados en palos. Tú porque estabas al otro lado de la mesa, pero desde mi esquina se veía como un niño de unos once años cortaba el cuello de los pollitos con bastante destreza y los desplumaba. Era impresionante la imagen de cientos de plumas amontonadas en el portal de la casa de al lado del restaurante. Y digo restaurante por decir algo, porque muchos de los puestecillos de comida que habían eran otros negocios tipo peluquerías, tiendas de electricidad, etc. que habían sido vaciados y delante de los cuales habían improvisado unas barras y sillas y mesas en el mejor de los casos.
- Codornices, eran codornices. Y respecto a los chiringuitos, eran antros guarros en los hincharse a carne y casquería por cuatro perras, de esos que en nuestra tierra son difíciles de encontrar por culpa del pijerío bohemioecológico y las sobrevaloradas normas de seguridad e higiene.
- ¿Esas sobrevaloradas y proteccionistas normas de seguridad e higiene que evitan que te tires una semana con el culo hecho fanta después de comer en un puestecillo callejero, dices?

¡Los atrevidos descubridores culinarios!
- Yo es que soy partidaria de esa famosa frase hecha que reza “donde fueres, haz lo que vieres”. Fíjate que gracias a ella hasta te engañé para que probáramos el पान (pan), esos paquetitos de especias hechos con hojas de betel que mascan como si fueran chicles. El nuestro, de la variedad extradulce, no tenía ni tabaco ni nuez de areca, una especia con propiedades digestivas y ligeramente estimulantes que tiñe la boca de rojo intenso y que a la larga parece que provoca cáncer de boca.
- Uff sí, qué cosa más chunga, el pan ese. Me temo que hay cosas a las que por mucha inmersión que hagas no te puedes acostumbrar.
- Eso sí, fue el toque final perfecto para una noche rebosante de autenticidad y de descubrimientos culinarios.

Los manjares del mes: chirimoyas indias, dátiles y malpua.