divendres, 25 de juny del 2010

Una tarde de verano

¡He pasado una tarde como pocas recuerdo en Barcelona! Todo ha sido acabar los tests y llamar Raül, que si íbamos a tomar algo. ¡Pues claro! A mí me apetecía una cerveza, así que hemos ido hasta un local que han abierto a Rambla con calle Taulat, se llama La Abadía y tienen cerveza de importación: Raül ha pedido una Kriek de frambuesa y yo, una Affligem tostada que me ha traído recuerdos de tardes en París. Y allí, relajados en un reservado, hemos practicado esa sana actividad humana que consiste en rajar del prójimo, todo porque su hermano se había encontrado con una ex amiga (atención a lo de ex) en el gimnasio, y, hay que ver lo que hace la hipocresía, se han puesto a charlar amigablemente. Y claro, Raül que echaba humo de indignación. Claro, luego su hermano y la novia se han unido a la feliz reunión (¡¡¡dios mío, Andrés en un bar!!!) y esta hábilmente ha preguntado si por casualidad Raül no había estado prendado de la moza... Y yo partiéndome de risa, hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien. Así, entre cervezas de 8 grados y goles de "la roja", hemos pasado el rato. Luego como he podido he llegado a casa, y me he encontrado con que a mis padres les apetecía ir a comer fuera, a una pizzería nueva que han abierto en el barrio, concretamente. Mi cara de sorpresa no podía ser más exagerada. Y sí sí, al restaurante se ha dicho; me he visto saboreando una pizza auténtica italiana (el dueño es conocido de la parroquia donde trabaja mi madre, y es de nacionalidad italiana y cocinero de profesión, mamma mia) mientras convencía a mi madre de que un trabajo veraniego en Málaga era lo mejor que me podía pasar ahora mismo. Ya luego, al volver, me he separado con mi hermano para ir al club Monopol a echar unos futbolines. Lástima que estaba cerrado, pero bueno, el ratito de estar a solas con él mientras volvíamos al hogar me ha servido para charlar de nuestras cosas: sin entrar en intimidades, es una relación muy próxima basada en tonterías y recuerdos de infancia; no exagero si digo que es la persona a quien más quiero en este mundo. Ya en casa, la velada la ha rematado una llamada de Lucas, y las novedades que me ha contado de la gente de París. ¡Cómo los echo de menos! Pero están bien, y eso me alegra. Así, con este sentimiento de bienestar, me he ido a dormir, y en sueños te he escrito un email. Porque sí, porque me apetecía compartir las sencillas experiencias de una tarde de verano contigo.