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dilluns, 14 de desembre del 2015
dimarts, 12 de març del 2013
Space Dealer (reseña)
Diseñador: Tobias Stapelfeldt
Grafismo e ilustraciones: Patrick Schoden
Editorial: Eggertspiele
Año: 2006
Ficha en la BGG:
http://boardgamegeek.com/boardgame/23451/space-dealer
Tal y como reza su eslogan, Space Dealer es un juego de comercio interplanetario a tiempo real. Tiene una duración exacta de 30 y con
una caja pueden jugar de 3 a 4 personas (con dos se puede ampliar hasta 8).
Los componentes:
En una caja de Space Dealer encontramos todos los
componentes para jugar 4 personas más algunos pilones extra por si ampliamos el
juego a ocho. Por esta misma razón, las naves y los planetas son reversibles,
con un color a cada lado. También se incluyen 10 relojes de arena, 5 naves de
cartón desmontadas, los cartones para montar los diferentes tableros de juego,
las cartas de tecnología y los cubos que representan los materiales.
Algunos de los componentes. |
La calidad
de los componentes es media-alta: pilones y cubos de madera, cartones gruesos y
bien terminados, la manera de montar las naves es original aunque no acaba de
ser práctica. Además conviene cronometrar los relojes de arena (yo he
encontrado diferencias de hasta 8 segundos).
El juego incluye pilones para aburrir. |
Las cartas de tecnología. |
Finalmente el juego incluye un CD
con música que tiene la doble función de ambientar y de marcar los 30 minutos
de juego (este no es imprescindible, se puede jugar con un reloj). Las
instrucciones vienen en inglés y en alemán y son un poco caóticas, en sintonía
con el juego. Incluyen una versión básica para aprender el juego y una de
avanzada con todas las cartas.
Cómo se juega:
El principal atractivo del Space Dealer es el uso de los
relojes de arena para distribuir el tiempo entre acciones, permitiendo que
todos los jugadores jueguen a la vez y no haya turnos. El reloj de arena marca
el coste de la acción que se está realizando (60 segundos) y nos obliga a
pensárnoslo bien puesto que una vez activado no se puede mover. Los relojes,
dos por jugador, se usan para todo: mover las naves, producir bienes, construir
mejoras, avanzar de nivel tecnológico... Hasta se pueden boicotear.
El área de juego de un jugador. |
Luego está el tema del transporte de mercancías de un
planeta a otro para satisfacer la demanda que figura en las cartas que
construyen los otros jugadores; esta es la manera de obtener puntos de
victoria, tanto para el jugador que posea la carta como para el que la
satisfaga. Pero a pesar de que podamos llamarlo "comercio", no os
hagáis ilusiones: la interacción es casi nula. Sí, es verdad, los jugadores
pueden comerciar entre ellos, intercambiando mercancías y cartas, pero al final
cada uno acaba centrándose en producir los bienes que necesita, lo que
convierte las tecnologías de niveles superiores en esenciales para mejorar la
productividad. Ahí es donde entra también la planificación a la hora de
construir: el espacio es limitado y un error al colocar las cartas te puede
costar la partida.
Las naves transportan los materiales de un planeta a otro. |
Variantes y ampliaciones:
El juego tiene la particularidad de que si se juntan dos
cajas del mismo, se puede ampliar hasta ocho jugadores, algo digno de ver
aunque faltaría por probar si realmente mejora la experiencia de juego (las
risas seguro que sí). Luego existe una expansión, Space Dealer: All-Zeit, que
básicamente incluye nuevas cartas de tecnología que amplían la interacción y el
puteo.
Finalmente, decir que se está preparando una nueva edición
del juego, hecha por el mismo diseñador, para este año. El nombre: Time 'n'
Space.
Opinión:
La innovadora mecánica de los relojes de arena es la
responsable del ambiente de desenfreno que se apodera de los jugadores a medida
que avanza el juego, algo estimulante en mi opinión, pero que a veces puede
degenerar en estrés y desorientación (sobre todo porque, como el juego va
cronometrado, no hay tiempo para resolver preguntas). Sin embargo, hay otros
momentos en que los jugadores se pasan medio minuto observando aburridos sus relojes,
sobretodo al principio. Lo que da cierta sensación de que el juego está
descompensado.
También creo que falta algo de dificultad al juego, algo a
lo que dedicar tu cerebro en esas pausas (no es un juego de grandes decisiones
y las pocas que hay no son insalvables). En ese sentido, creo que funcionaría
muy bien con niños, aunque no lo he podido comprobar por, ejem, falta de
componentes: dificultad baja, independiente del idioma, les enseñaría además a
tener paciencia, algo vital en estos tiempos que corren...
PROS
- Original, ideal para los amantes del caos y las carreras.
- Fácil de explicar, independiente del idioma.
- Dura 30 minutos, ni más ni menos.
- Tiene un montón de componentes que se pueden aprovechar para otros juegos. xD
CONTRAS
- Poca profundidad, el adjetivo que mejor lo describe es "curioso"...
- No tiene versión para 2 jugadores.
- Poca interacción.
dimecres, 8 d’agost del 2012
De juegos de mesa y casquería en salsa
- ¡Qué bien nos lo pasamos este sábado! Primero, tarde de vicio en el piso de Kamlesh, un piso que, por cierto, se encuentra en la cuarta planta de un edificio en construcción que por no tener ¡no tiene ni las paredes!
- ¡Qué exagerada eres! Solo porque no haya agua corriente ni ascensor y se le vean las tripas al edificio no quiere decir que esté en construcción. Bueno... quizás en Europa habría que llevar un casco de obra para entrar, pero sinceramente, al ver ese andamio hecho de varas de bambú que sujeta una estructura de 30 plantas yo me siento seguro.
- Bueno, bueno, en todo caso lo importante es que tuvimos oportunidad de jugar una partida de Bang! épica, éramos 10 personas y la mitad, por no haber jugado antes, no tenían ni idea de disparar... ¡Pero se acabaron cargando al sheriff, fíjate tú!
- Las partidas de Bang! siempre son bienvenidas. Con 10 personas te ríes mucho. Y si la partida de Bang! te pareció épica, la de Cyclades fue mitológica. Ahí con las quimeras y los pegasos para arriba y para abajo.
- ¡Qué gran juego, tenemos que repetir y dar más caña al personal ahora que ya sabemos cómo va! Y es que la partida duró menos de lo esperado, con una cómoda victoria de Shreya. Y mientras esperábamos que la otra mesa terminase el Imperial 2030, nos echamos una al Modern Art, un juego de cartas de ganar dinero mediante subastas de cuadros. Muy bueno y diferente, eso sí, me recordó lo patata que soy pujando...
- Sí, hay que engañar otra vez a un grupo de gente y repetir al Cyclades. Lo único que la próxima vez quiero ver más zancadillas. Que la gente que utiliza el "low profile" puede coger cartas de filósofos sin llamar la atención y construirte metrópolis a diestro y siniestro. Ah, y por mucho que el Modern Art aparezca en el puesto 118 de la BGG, me pareció un poco coñazo. Yo quería jugar a El Grande.
- Pero El Grande dura demasiado y no hubiésemos podido unirnos a las carretadas de musulmanes que a partir del ocaso se amontonan en los puestos al lado de Minara Masjid para celebrar el Ramzan (Ramadán). En cambio, saliendo a la una del piso tuvimos tiempo hasta de tomarnos un “appetizer” en forma de seekh kebab unas calles más arriba y de amenizarlo con un extraño y delicioso batido de custard apple (chirimoya india).
- Y no te olvides del paseo turístico-nocturno que nos dieron por el hospital J.J. de Mumbai y de cómo estuvimos un rato dando vueltas hasta que encontramos la salida. Esta Shreya...
- ¡Si era para abrir el apetito! Porque cuando por fin encontramos un puestecito con sitio para sentarse, empezó el banquete. De primero, sopa: de pollo, de cordero y de lengua de cordero, con los trocitos flotando para alejar a los tiquismiquis. Y de segundo, más casquería en salsa: cerebro, lengua y riñones de cordero. ¡Estos musulmanes sí que saben divertirse de noche!
- ¡Cerebroooooo! Yo menos el cerebro que no quise probarlo, diré que todo lo demás estaba exquisito. ¿Y qué me dices del postre? Ese crêpe frito en mantequilla clarificada. Dulce y pringoso, mmm.
- ¡Cierto! Se llama मालपुआ (malpua), es un postre típico de la época, venden tantos ¡que las montañas de cáscaras de huevo a las puertas de las tiendas de dulces llegan al medio metro de altura!
- Pero eso no es nada comparado con la montaña de restos de pollo que se amontonaban al lado del último sitio en el que nos comimos los pollitos crujientes aquellos ensartados en palos. Tú porque estabas al otro lado de la mesa, pero desde mi esquina se veía como un niño de unos once años cortaba el cuello de los pollitos con bastante destreza y los desplumaba. Era impresionante la imagen de cientos de plumas amontonadas en el portal de la casa de al lado del restaurante. Y digo restaurante por decir algo, porque muchos de los puestecillos de comida que habían eran otros negocios tipo peluquerías, tiendas de electricidad, etc. que habían sido vaciados y delante de los cuales habían improvisado unas barras y sillas y mesas en el mejor de los casos.
- Codornices, eran codornices. Y respecto a los chiringuitos, eran antros guarros en los hincharse a carne y casquería por cuatro perras, de esos que en nuestra tierra son difíciles de encontrar por culpa del pijerío bohemioecológico y las sobrevaloradas normas de seguridad e higiene.
- ¿Esas sobrevaloradas y proteccionistas normas de seguridad e higiene que evitan que te tires una semana con el culo hecho fanta después de comer en un puestecillo callejero, dices?
- Yo es que soy partidaria de esa famosa frase hecha que reza “donde fueres, haz lo que vieres”. Fíjate que gracias a ella hasta te engañé para que probáramos el पान (pan), esos paquetitos de especias hechos con hojas de betel que mascan como si fueran chicles. El nuestro, de la variedad extradulce, no tenía ni tabaco ni nuez de areca, una especia con propiedades digestivas y ligeramente estimulantes que tiñe la boca de rojo intenso y que a la larga parece que provoca cáncer de boca.
- Uff sí, qué cosa más chunga, el pan ese. Me temo que hay cosas a las que por mucha inmersión que hagas no te puedes acostumbrar.
- Eso sí, fue el toque final perfecto para una noche rebosante de autenticidad y de descubrimientos culinarios.
- ¡Qué exagerada eres! Solo porque no haya agua corriente ni ascensor y se le vean las tripas al edificio no quiere decir que esté en construcción. Bueno... quizás en Europa habría que llevar un casco de obra para entrar, pero sinceramente, al ver ese andamio hecho de varas de bambú que sujeta una estructura de 30 plantas yo me siento seguro.
- Bueno, bueno, en todo caso lo importante es que tuvimos oportunidad de jugar una partida de Bang! épica, éramos 10 personas y la mitad, por no haber jugado antes, no tenían ni idea de disparar... ¡Pero se acabaron cargando al sheriff, fíjate tú!
- Las partidas de Bang! siempre son bienvenidas. Con 10 personas te ríes mucho. Y si la partida de Bang! te pareció épica, la de Cyclades fue mitológica. Ahí con las quimeras y los pegasos para arriba y para abajo.
- ¡Qué gran juego, tenemos que repetir y dar más caña al personal ahora que ya sabemos cómo va! Y es que la partida duró menos de lo esperado, con una cómoda victoria de Shreya. Y mientras esperábamos que la otra mesa terminase el Imperial 2030, nos echamos una al Modern Art, un juego de cartas de ganar dinero mediante subastas de cuadros. Muy bueno y diferente, eso sí, me recordó lo patata que soy pujando...
- Sí, hay que engañar otra vez a un grupo de gente y repetir al Cyclades. Lo único que la próxima vez quiero ver más zancadillas. Que la gente que utiliza el "low profile" puede coger cartas de filósofos sin llamar la atención y construirte metrópolis a diestro y siniestro. Ah, y por mucho que el Modern Art aparezca en el puesto 118 de la BGG, me pareció un poco coñazo. Yo quería jugar a El Grande.
- Pero El Grande dura demasiado y no hubiésemos podido unirnos a las carretadas de musulmanes que a partir del ocaso se amontonan en los puestos al lado de Minara Masjid para celebrar el Ramzan (Ramadán). En cambio, saliendo a la una del piso tuvimos tiempo hasta de tomarnos un “appetizer” en forma de seekh kebab unas calles más arriba y de amenizarlo con un extraño y delicioso batido de custard apple (chirimoya india).
Uno de los puestos de kebabs en Mohammed Ali Rd. |
- ¡Si era para abrir el apetito! Porque cuando por fin encontramos un puestecito con sitio para sentarse, empezó el banquete. De primero, sopa: de pollo, de cordero y de lengua de cordero, con los trocitos flotando para alejar a los tiquismiquis. Y de segundo, más casquería en salsa: cerebro, lengua y riñones de cordero. ¡Estos musulmanes sí que saben divertirse de noche!
- ¡Cerebroooooo! Yo menos el cerebro que no quise probarlo, diré que todo lo demás estaba exquisito. ¿Y qué me dices del postre? Ese crêpe frito en mantequilla clarificada. Dulce y pringoso, mmm.
- ¡Cierto! Se llama मालपुआ (malpua), es un postre típico de la época, venden tantos ¡que las montañas de cáscaras de huevo a las puertas de las tiendas de dulces llegan al medio metro de altura!
- Pero eso no es nada comparado con la montaña de restos de pollo que se amontonaban al lado del último sitio en el que nos comimos los pollitos crujientes aquellos ensartados en palos. Tú porque estabas al otro lado de la mesa, pero desde mi esquina se veía como un niño de unos once años cortaba el cuello de los pollitos con bastante destreza y los desplumaba. Era impresionante la imagen de cientos de plumas amontonadas en el portal de la casa de al lado del restaurante. Y digo restaurante por decir algo, porque muchos de los puestecillos de comida que habían eran otros negocios tipo peluquerías, tiendas de electricidad, etc. que habían sido vaciados y delante de los cuales habían improvisado unas barras y sillas y mesas en el mejor de los casos.
- Codornices, eran codornices. Y respecto a los chiringuitos, eran antros guarros en los hincharse a carne y casquería por cuatro perras, de esos que en nuestra tierra son difíciles de encontrar por culpa del pijerío bohemioecológico y las sobrevaloradas normas de seguridad e higiene.
- ¿Esas sobrevaloradas y proteccionistas normas de seguridad e higiene que evitan que te tires una semana con el culo hecho fanta después de comer en un puestecillo callejero, dices?
¡Los atrevidos descubridores culinarios! |
- Uff sí, qué cosa más chunga, el pan ese. Me temo que hay cosas a las que por mucha inmersión que hagas no te puedes acostumbrar.
- Eso sí, fue el toque final perfecto para una noche rebosante de autenticidad y de descubrimientos culinarios.
Los manjares del mes: chirimoyas indias, dátiles y malpua. |
dijous, 12 d’abril del 2012
Un pequeño descubrimiento
Estábamos admirando las cuevas budistas de Ellora (siglos VI y VII dC), sus paredes y columnas esculpidas, cuando de repente me fijé en unos garabatos que había en el suelo rocoso:



Y yo que pienso: "¡parecen juegos de mesa!". Y no lo he podido confirmar, pero el primero tiene toda la pinta de ser un arquerque de nueve, y el último un manqala en su versión del sur de la Índia (2x7) tal y como se explica en este enlace: http://www.awale.info/juegos-manqala-en-el-sur-de-asia
Y yo que pienso: "¡parecen juegos de mesa!". Y no lo he podido confirmar, pero el primero tiene toda la pinta de ser un arquerque de nueve, y el último un manqala en su versión del sur de la Índia (2x7) tal y como se explica en este enlace: http://www.awale.info/juegos-manqala-en-el-sur-de-asia
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