dimecres, 8 d’agost del 2012

De juegos de mesa y casquería en salsa

- ¡Qué bien nos lo pasamos este sábado! Primero, tarde de vicio en el piso de Kamlesh, un piso que, por cierto, se encuentra en la cuarta planta de un edificio en construcción que por no tener ¡no tiene ni las paredes!
- ¡Qué exagerada eres! Solo porque no haya agua corriente ni ascensor y se le vean las tripas al edificio no quiere decir que esté en construcción. Bueno... quizás en Europa habría que llevar un casco de obra para entrar, pero sinceramente, al ver ese andamio hecho de varas de bambú que sujeta una estructura de 30 plantas yo me siento seguro.
- Bueno, bueno, en todo caso lo importante es que tuvimos oportunidad de jugar una partida de Bang! épica, éramos 10 personas y la mitad, por no haber jugado antes, no tenían ni idea de disparar... ¡Pero se acabaron cargando al sheriff, fíjate tú!
- Las partidas de Bang! siempre son bienvenidas. Con 10 personas te ríes mucho. Y si la partida de Bang! te pareció épica, la de Cyclades fue mitológica. Ahí con las quimeras y los pegasos para arriba y para abajo.
- ¡Qué gran juego, tenemos que repetir y dar más caña al personal ahora que ya sabemos cómo va! Y es que la partida duró menos de lo esperado, con una cómoda victoria de Shreya. Y mientras esperábamos que la otra mesa terminase el Imperial 2030, nos echamos una al Modern Art, un juego de cartas de ganar dinero mediante subastas de cuadros. Muy bueno y diferente, eso sí, me recordó lo patata que soy pujando...
- Sí, hay que engañar otra vez a un grupo de gente y repetir al Cyclades. Lo único que la próxima vez quiero ver más zancadillas. Que la gente que utiliza el "low profile" puede coger cartas de filósofos sin llamar la atención y construirte metrópolis a diestro y siniestro. Ah, y por mucho que el Modern Art aparezca en el puesto 118 de la BGG, me pareció un poco coñazo. Yo quería jugar a El Grande.
- Pero El Grande dura demasiado y no hubiésemos podido unirnos a las carretadas de musulmanes que a partir del ocaso se amontonan en los puestos al lado de Minara Masjid para celebrar el Ramzan (Ramadán). En cambio, saliendo a la una del piso tuvimos tiempo hasta de tomarnos un “appetizer” en forma de seekh kebab unas calles más arriba y de amenizarlo con un extraño y delicioso batido de custard apple (chirimoya india).

Uno de los puestos de kebabs en Mohammed Ali Rd.
- Y no te olvides del paseo turístico-nocturno que nos dieron por el hospital J.J. de Mumbai y de cómo estuvimos un rato dando vueltas hasta que encontramos la salida. Esta Shreya...
- ¡Si era para abrir el apetito! Porque cuando por fin encontramos un puestecito con sitio para sentarse, empezó el banquete. De primero, sopa: de pollo, de cordero y de lengua de cordero, con los trocitos flotando para alejar a los tiquismiquis. Y de segundo, más casquería en salsa: cerebro, lengua y riñones de cordero. ¡Estos musulmanes sí que saben divertirse de noche!
- ¡Cerebroooooo!  Yo menos el cerebro que no quise probarlo, diré que todo lo demás estaba exquisito. ¿Y qué me dices del postre? Ese crêpe frito en mantequilla clarificada. Dulce y pringoso, mmm.
- ¡Cierto! Se llama मालपुआ (malpua), es un postre típico de la época, venden tantos ¡que las montañas de cáscaras de huevo a las puertas de las tiendas de dulces llegan al medio metro de altura!
- Pero eso no es nada comparado con la montaña de restos de pollo que se amontonaban al lado del último sitio en el que nos comimos los pollitos crujientes aquellos ensartados en palos. Tú porque estabas al otro lado de la mesa, pero desde mi esquina se veía como un niño de unos once años cortaba el cuello de los pollitos con bastante destreza y los desplumaba. Era impresionante la imagen de cientos de plumas amontonadas en el portal de la casa de al lado del restaurante. Y digo restaurante por decir algo, porque muchos de los puestecillos de comida que habían eran otros negocios tipo peluquerías, tiendas de electricidad, etc. que habían sido vaciados y delante de los cuales habían improvisado unas barras y sillas y mesas en el mejor de los casos.
- Codornices, eran codornices. Y respecto a los chiringuitos, eran antros guarros en los hincharse a carne y casquería por cuatro perras, de esos que en nuestra tierra son difíciles de encontrar por culpa del pijerío bohemioecológico y las sobrevaloradas normas de seguridad e higiene.
- ¿Esas sobrevaloradas y proteccionistas normas de seguridad e higiene que evitan que te tires una semana con el culo hecho fanta después de comer en un puestecillo callejero, dices?

¡Los atrevidos descubridores culinarios!
- Yo es que soy partidaria de esa famosa frase hecha que reza “donde fueres, haz lo que vieres”. Fíjate que gracias a ella hasta te engañé para que probáramos el पान (pan), esos paquetitos de especias hechos con hojas de betel que mascan como si fueran chicles. El nuestro, de la variedad extradulce, no tenía ni tabaco ni nuez de areca, una especia con propiedades digestivas y ligeramente estimulantes que tiñe la boca de rojo intenso y que a la larga parece que provoca cáncer de boca.
- Uff sí, qué cosa más chunga, el pan ese. Me temo que hay cosas a las que por mucha inmersión que hagas no te puedes acostumbrar.
- Eso sí, fue el toque final perfecto para una noche rebosante de autenticidad y de descubrimientos culinarios.

Los manjares del mes: chirimoyas indias, dátiles y malpua.