diumenge, 4 de març del 2012

De compras

Comprar en Bandra es toda una experiencia sobre todo para quien no está acostumbrado a regatear. Como se nos nota que no somos indios, siempre corremos el riego de que nos cobren muchísimo más del precio de mercado, pero esto también les pasa a los locales. El problema es que nosotros no tenemos ni idea de qué nos deberían cobrar por algo, y luego hay veces en las que nos da mucha pereza ponernos a discutir o simplemente se nos olvida. El resultado es siempre el mismo: nos la acaban metiendo doblada.

Por eso el otro día me alegré de que Shraddha me acompañase a comprar. Tenía muchas dudas especialmente con las frutas y verduras, porque no las venden en tiendas sino en puestecitos callejeros cuyos dueños no hablan ni pizca de inglés y donde los rótulos con precios brillan por su ausencia. Shraddha me llevó hasta el extremo de su calle, en 13th Rd, y allí se acercó a un puesto de verduras (los puestos se dividen en: de verduras, de frutas, de ajos y de cebollas y patatas). Le dije lo que quería, y se puso a discutir con el tendero, luchando por cada precio de cada verdura. Evidentemente yo no comprendía nada de lo que decían, pero me pareció entender que le estaba diciendo al tendero que no me timase, que yo venía con ella y tenía derecho a los precios de siempre. ¡Eso eso, que aquí no somos turistas! A veces Shraddha me puntualizaba cosas en inglés como "el zucchini y el cucumber serán algo más caros porque no son verduras autóctonas". En total: 92 rupias por un par de pimientos, 2 pepinos, 2 lechugas, medio kilo de tomates, cuatro mini berenjenas y un calabacín. Eso son... ¡1,38 €!

Luego le pregunté por la carne, pero como en su familia son vegetarianos no tenía mucha idea. Aun así, me acabó señalando una pollería, aunque no quiso acompañarme dentro. Yo me acerqué a la barra, y el señor me preguntó que qué parte quería: muslos, patas... No lo tenía muy claro, así que le pedí medio pollo y me dijo que así no los vendían, pero que me podía dar uno entero por 110 rs el kilo. ¡Pues venga! Y la sorpresa fue mía cuando el señor se dirigió a unas jaulas y de ellas sacó el pollo, vivo. ¡Pensaba que me lo iba a dar así tal cual! Pero no, el señor tuvo la amabilidad de matarlo, desplumarlo y despedazarlo ahí delante mío.

Podéis entender entonces el mal rollo que me daba entrar en la carnicería que descubrimos el sábado, musulmana por supuesto, donde venden exclusivamente carne de cordero. Estaba vacía de clientes (era muy tarde) pero había un montón de hombres con el birrete que nos hicieron señas para que entrásemos. Primero no sabía a quién dirigirme (en las tiendas indias hay el que cobra, el que le dice lo que hay que cobrar, el que atiende, el que sirve...) pero luego vi al fondo un señor viejísimo con una larga barba blanca teñida de naranja sentado en cuclillas encima de una tarima y con un par de enormes balanzas al lado. A él le indiqué los gramos y me puse la mano en la parte del cuerpo de la que quería la carne, y tranquilamente cogió y pesó unas cuantas porciones de entre los pedazos de carne que tenía distribuidos alrededor. La verdad es que la imagen del viejo rodeado de costillares impactaba, pero la carne estaba buena y no hay mucho más donde elegir, así que esa va a convertirse en mi carnicería halal habitual.

Hasta aquí todo parece muy complicado (no, no hay supermercados) pero luego sí hay tiendas tipo colmado donde puedes comprar galletas, salsas, pasta, encurtidos, frutos secos y también productos de limpieza, etc. Estas tiendas también acostumbran a tener sacos con lentejas y arroz de un montón de tipos que se compra a granel. Hemos comprobado que excepto para algunos productos como el papel de váter, las tiendas de barrio salen a cuenta e incluso venden los productos un poco por debajo del MRP (Maximum Retail Price) que viene indicado en el paquete. Luego, claro, hay productos caros, como el aceite de oliva a 6€ el litro, o productos inexistentes como el chocolate o los embutidos.

¿Y los huevos? Para comprar huevos, tenéis que estar atentos a los pequeños quioscos que pueblan las calles, los venden junto con las revistas y los caramelos y te los ponen en un cucurucho de papel.